Para mí uno de los procesos más estimulantes como profesor de lengua en educación secundaria es el de enseñar a escribir a los adolescentes. Entiéndase: con “enseñar a escribir” me refiero a escribir bien. El alumno dedica —o debería— buena parte de los años de la educación primaria a desarrollar los fundamentos de la lectoescritura y corresponde a la segunda etapa de la educación obligatoria, al período que se extiende desde los 12 a los 16 años, el contribuir al desarrollo de los contenidos, procedimientos y habilidades necesarios para poder expresarse por escrito con efectividad, ya para manejarse en su vida cotidiana, ya para acometer con garantías los estudios superiores.

Un niño escribiendo

En ese período de cuatro años el alumno debe pasar de formular por escrito oraciones pertinentes y con sentido a ser capaz de construir textos de complejidad y extensión moderada. En España se parte de la reflexión teórica sobre las propiedades de los textos, es decir, lo que hace que un conjunto de oraciones pueda ser considerado un todo unitario. De ese marco descriptivo, mediante un proceso de selección y con una vocación didáctica, se extraen una serie de normas para escribir buenos textos y se enseñan y desarrollan procedimientos para consolidarlas. En general, podemos decir que un texto está bien escrito cuando es correcto, adecuado, coherente y cohesionado.

Las cuatro cualidades de un texto

Corrección: ortografía, gramática y léxico

Un texto es correcto cuando respeta las normas ortográficas, no comete errores gramaticales ni morfosintácticos y el léxico es preciso. En algunos casos, la corrección es imprescindible para la interpretación; en otros, no es más que una convención social. Entre algunos profesores y miembros de la comunidad educativa ha habido una tendencia a menospreciar el valor de la ortografía y la gramática, y las discusiones sobre si deben quitarse puntos por falta en materias no lingüísticas o si se debe restar esto o lo otro en selectividad forman parte del debate nacional sobre educación. En todo caso, independientemente de la impresión que nos produzca un correo electrónico o un cartel con faltas de ortografía, o si entre dos candidatos a un puesto de trabajo elegiríamos a uno que escribe con faltas y confunde los tiempos verbales, lo que no es objeto de debate es que difícilmente podemos considerar como un buen texto un texto que no posea un mínimo de corrección.

Adecuación al contexto comunicativo

Un texto es adecuado cuando se adapta a la situación comunicativa. La adaptación al contexto, si es más o menos formal o informal, si se requieren determinadas expresiones o cabe omitir ciertos temas, es en general algo que para la mayoría de seres humanos no presenta ninguna dificultad porque somos animales sociales y parte fundamental de participar en una sociedad compleja implica ser capaz de adaptarse a lo que se espera de cada uno en cada situación. Un grado extra es el de la adaptación al contexto discursivo y, especialmente, a las convenciones del género al que pertenece el texto que se escribe. Eso exige una mínima formación cultural, pero en muchos casos, en los textos de uso más habitual, basta una cierta exposición para asimilar lo que es o no adecuado en ellos.

Infografía didáctica propiedades de los textos

Coherencia: unidad temática y estructura

La coherencia es una cualidad textual que implica que un texto gira en torno a un tema, cumple una función comunicativa unitaria y global, y comunica así un mensaje de forma ordenada y lógica. Para ello, las ideas deben desarrollarse sin contradicciones entre ellas, sin repeticiones ni información impertinente y progresando la información de tal manera que mantenga un hilo discursivo continuo. Es fundamental, además, que esté bien estructurado: las ideas, los aspectos del tema, distribuidos en párrafos, con cada párrafo presentando una idea relacionada con el tema principal y con un desarrollo suficiente y equilibrado.

Cohesión: conexión entre las partes del texto

Finalmente, un texto está cohesionado cuando sus partes se relacionan entre sí y con el conjunto. Un texto sin cohesionar no solo da una mala impresión, sino que es más difícil de entender incluso cuando es coherente, ya que si no cohesionamos los bloques de ideas, el conjunto corre el riesgo de parecer una serie de ideas sueltas sin sentido unitario. Entre los mecanismos con los que se trabaja la cohesión de los textos, destacan el uso de conectores textuales, marcadores del discurso y otros procedimientos referenciales.

Más allá de lo correcto: las cualidades del texto artístico

Cualquier alumno —y persona— que domina estos principios generales y aplicables a cualquier tipo de texto dispone de una base suficiente para afrontar con garantías la mayoría de escenarios cotidianos en los que es necesario producir un texto escrito. En la educación no obligatoria el aprendiz se manejará con textos cada vez más complejos, extensos y especializados en el ámbito del conocimiento humano al que se consagre. De esos textos aprenderá sus convenciones y sus cualidades propias.

Un tipo de texto especial es el que podemos denominar, de forma general, “texto artístico”. Utilizo el término para designar los discursos escritos que poseen una doble naturaleza que los hace pertenecer al mismo tiempo a la familia de los objetos artísticos y de los mensajes verbales. Si todo arte —la pintura, la música, el cine…— es un tipo de expresión semiótica, es decir, medios que el ser humano ha desarrollado para expresarse de otra manera, más allá de las limitaciones del lenguaje cotidiano, la especificidad del arte literario reside en que para la elaboración de su mensaje semiótico utiliza una lengua natural.

Como lo extraordinario solo puede expresarse de una forma extraordinaria, un texto con vocación artística –desde el poema a la novela— posee unas cualidades propias que en algunos casos atentan contra las cuatro cualidades esenciales de los textos que hemos comentado. La retórica clásica, pionera de los estudios del discurso, ya estableció que el alejamiento de la norma podía ser considerado bueno —licentiae— o malo —vitia— según su efectividad en el discurso. Esa “efectividad” que justifica la licencia es en el arte más difícil de establecer, pues lo que hace efectivo a un discurso artístico depende de la interpretación estética del artista y su voluntad de expresión en cada caso.

Ilustración alegórica de un texto artístico

En lo que respecta a la corrección, por ejemplo, en un texto artístico se permiten innovaciones léxicas —neologismos, tmesis…— o estiramientos de los límites gramaticales —silespis, anacolutos…— que consideraríamos inadmisibles en un discurso ordinario. Rupturas de la adecuación pueden servir como recurso al servicio de un efecto cómico o una manera de producir en el lector cierta incomodidad y desasosiego. Licencias contra la cohesión las puede producir el novelista o el poeta para crear tensión, desorientar al lector o producir un efecto estético. Los principios de la coherencia, en fin, se aplican de una forma totalmente diferente. Como estudié en Conmoción y sintagma, la contradicción de ideas o su repetición, algo totalmente a evitar en todo discurso cotidiano —¿pues cómo tomarnos en serio a alguien que nos dice la misma cosa tres veces o nos dice una cosa y la contraria?— son una de los fundamentos del discurso poético en particular y el artístico en general, y constituye de alguna manera aquello que algunos denominan, de forma pintoresca, “verdad poética”.


Estoy convencido que para escribir artísticamente, para escribir poemas y relatos y novelas, para transmitir, en fin, una visión del mundo a través de la escritura, es necesario dominar los fundamentos del discurso igual que para ser pintor se ha de dominar la perspectiva. El dominio del texto artístico implica, claro, llevar esas normas más allá e incluso subvertirlas para lograr efectos propiamente artísticos: la impronta de un estilo personal y único, reacciones emocionales en el lector o, en fin, muchos otros recursos que el escritor que domina su oficio y su materia utiliza para que el objeto se adecúe lo máximo posible a lo que tiene en su imaginación.