Soplos de eterna juventud. 100 breves poemas para descubrir la poesía de Grecia y Roma (Hiperión, 2024) es una selección para introducir al lector en la poesía clásica. He tratado en entradas anteriores sobre el proceso que me llevó hasta su publicación y de la estructura del libro en secciones temático-tonales. Ahora me gustaría dedicar unas palabras a los autores y las obras que aparecen, así como al criterio de selección de los mismos.
Soplos, como indico en su introducción, es básicamente una selección de poesía “menor”, es decir, de géneros que los propios griegos y romanos consideraban de menor dignidad que los dos grandes géneros poéticos, la épica y la tragedia, a saber: el epigrama, la elegía, el yambo y la lírica. El criterio de proporcionalidad casi estricta que he seguido en la configuración de las secciones no lo he podido mantener en la de autores y géneros, principalmente por la dispar cantidad y calidad de las obras que conservamos. Hay también, como se puede observar en el gráfico siguiente, una diferencia entre los poemas griegos y los latinos.
La Antología griega, la monumental selección de epigramas de época bizantina, proporciona el mayor número de “soplos” a la selección: veintitrés epigramas procedentes de veintiún poetas (solo repite una autora, Árato), la mayoría de los libros V, VII y XII de la Antología, dedicados a poemas amatorios, epitafios y homoeróticos respectivamente. Una selección tan basta es necesariamente desigual, pero ha sido la base de la tradición epigramática de Occidente en todas las lenguas modernas. El segundo representante por número de apariciones, diecinueve, y el primero a título individual es el poeta latino Catulo. No conservamos de él poco más que un centenar de poemas, así que su presencia relativa en Soplos es abrumadora. Este hecho no responde solamente a una preferencia personal, sino a la propia naturaleza de su obra. Además de excelente en calidad, la poesía de Catulo, representante del movimiento neotérico, supuso en su momento una integración de la tradición literaria griega, especialmente helenística, con la lengua y el temperamento latino. Catulo en sí mismo, se podría decir, es un resumen de la producción poética grecolatina hasta el siglo I aC.
De aquella con quien gozas, Flavio mío,
si no fuera feílla y sin encanto,
no podrías callarte y me hablarías.
Pero amas no sé a quién calenturienta
putilla y te avergüenza confesarlo.
Que no pasas la noche en solitario
lo atestigua tu cuarto, en vano mudo,
su aroma a aceite sirio y a guirnaldas,
la almohada que a la par aquí y allá
se hunde, y el estruendo y el estrago
trepidante de amor sobre tu cama.
De nada vale ya callarte el crimen,
pues no tendrías los costados rotos
si no fueras haciendo fechorías.
Por eso cuanto hagáis, ya bueno o malo,
¡cuéntamelo! que quiero a ti y tu amante
elevaros al cielo en tiernos versos.
(Catulo, Poema 6)
El epigramista Marcial aparece en diecisete ocasiones. Igual que Catulo, está presente en las cuatro partes de Soplos, lo que da una idea de la variedad temática de su obra. Si bien la tradición tiende a identificarlo con la poesía satírica y de humor, también algunos de sus epigramas más serios son de una calidad indiscutible. Y si Marcial es el epigramista por antonomasia, Horacio es el paradigma de poeta lírico, sin menoscabo de su obra no lírica, sus Sátiras y Epístolas, que trascienden el ámbito de la selección y que han sido igual o más influyentes en distintas épocas de nuestra tradición poética. En Soplos encontramos doce de sus odas, entre ellas sus odas morales más memorables y alguna de sus banalidades exquisitas. También son doce los poemas procedentes de los elegíacos y yambógrafos griegos arcaicos: el lector puede conocer algo del delicado Mimnermo, del profundo Semónides, del sabio Teognis y una elegía de Jenófanes de Colofón que desde que la descubrí me ha parecido siempre un poema “perfecto”. Los célebres Safo y Anacreonte son los representantes de la lírica eólica original.
Lo mejor para el hombre es no llegar a nacer
ni a contemplar los rayos del ardoroso sol.
Y si ya se ha nacido, morirse cuanto antes
y yacer bajo un manto de tierra acumulada.
(Teognis Elegía, versos 425-428)
Finalmente, hay diez poemas latinos que englobo con el término genérico de “otros”: uno de ellos es un poema bellísimo de Ausonio, poeta de la Antigüedad tardía, dedicado a su esposa fallecida en su juventud; otro procede de la Antología latina, una compilación de poesía menor de época de Augusto, y los ocho restantes son inscripciones reales, que se han ido recopilando en el Corpus Inscriptiorum Latinarum, la mayoría de las cuales tienen más interés histórico que literario, pero de las que de tanto en tanto salen joyas con auténtico valor artístico:
La fortuna promete muchas cosas a muchos,
pero a nadie se entrega. Vive en días y en horas,
pues nada del mundo nos pertenece.
(Poesía epigráfica latina I 185)