Soplos de eterna juventud. 100 breves poemas para descubrir la poesía de Grecia y Roma (Hiperión, 2024) es, como índica su subtítulo, una selección para introducir al lector en la poesía clásica. Una selección organizada en cuatro etapas, dirigida a jóvenes estudiantes y lectores con interés por dar un primer paso en la poesía grecorromana sin la fricción de la erudición filológica o la exhaustividad conceptual de las traducciones en prosa. La obra está organizada en cuatro secciones, que conforman unidades temáticas y tonales, y que en su conjunto suponen una especie de viaje por el mundo de la poesía clásica y su diversidad. En la primera parte se presentan poemas eróticos, de tema amoroso y carácter vitalista. En la segunda, la poesía de tradición yámbica: sátiras de costumbres y versos de procacidad sexual. Lo poesía moral, de asuntos filosóficos y tonos más solemnes, se reserva para la tercera parte. Y la última etapa recoge epitafios y otros temas relacionados con la muerte y sentimientos de tristeza.
Soplos de eterna juventud es mi primer libro como traductor, aunque considero que es la obra de un poeta más bien que la de un traductor al uso. Decidí estudiar Filología clásica porque me interesaba la lingüística, pero sobre todo porque pensé que eran los estudios que más podían ayudar a mi intención de convertirme en un escritor en lengua española. Frente al itinerario “recto”, el de estudiar una Filología hispánica o una Teoría de la literatura o algo así, me pareció que el conocimiento del griego, del latín y de sus literaturas podrían, quizá, ayudarme a diferenciarme un poco de otros escritores, dotar a mi escritura y estilo de un componente un tanto diferencial.
Las primeras traducciones de poemas que aparecen en Soplos las realicé en el contexto de mi trabajo de final de grado, que fue también más el producto de los intereses técnicos de un poeta que de las inquietudes teóricas de un filólogo clásico. En Conmoción y sintagma. Fundamentos sobre las estructuras de significado de los discursos poéticos me dediqué a observar y reflexionar sobre las formas de organización del contenido de los poemas, es decir, si los poemas son discursos con estructuras propias o su especificidad se limita a la autonomía de la cadena fónica, eso que llamamos la métrica. Como lo que tenía que defender era mi título de filólogo clásico, la mayoría de ejemplos utilizados fueron, claro, de poetas grecorromanos. Por aquel entonces andaba yo en una crisis creativa, en el buen sentido del término: tras La ciudad de las delicias, que es esencialmente un libro de epigramas, y tras sentir que había agotado la forma, buscaba nuevas estructuras de expresión poética. Los géneros clásicos de la elegía, con su estructura conversacional de extensión media; de la lírica monódica, con su organización estrófica, y de la lírica coral, con su principio de responsión y su mezcla de libertad y rigidez, me descubrieron nuevas formas de expresión con las que experimenté y que son la base de mi segundo poemario, Syntagma (en proceso de reposar). Así que, un poco para experimentar con formas nuevas, un poco para demostrar al jurado de mi tesina que sabía traducir y que algo había aprendido de latín y griego, algunos de los poemas que usaba de ejemplo en el trabajo fueron traducciones propias.
Cuando unos años después estudié el máster para poder ejercer de profesor de secundaria, decidí realizar el trabajo de final de máster sobre el uso de textos poéticos en el aprendizaje de las lenguas clásicas: reflexionar sobre su uso en diferentes métodos didácticos, su conveniencia, qué pueden aportar respecto a los textos en prosa, etc. Pero al buscar algún material traducido, ninguna de las opciones me convencieron. No encontraba nada que incluyera tanto la poesía griega como la romana, que diera una visión general de conjunto y que tuviera una vocación divulgativa. Lo más parecido que hallé fue Poetas de Grecia y Roma del profesor Estaban Torre, de la que después ha realizado una nueva versión para Renacimiento, y Poesía Antigua (De Homero a Horacio) del genial Agustín García Calvo. En ambos libros impecables encontraba, sin embargo, que la selección tendía a obras de poesía mayor, con muchos pasajes de obras extensas, y una organización del contenido que seguía criterios más didácticos que propiamente literarios. Así que decidí aportar con la tesina de máster una propuesta propia de selección de poemas para trabajar con los alumnos, muy centrado en los géneros “menores” de la poesía clásica —el epigrama, el yambo, la lírica…—, traducidos en verso y organizados por criterios temático-tonales. Esa primera versión incluía unos 50 poemas y es la base sobre la que la versión final de Soplos se ha desarrollado.
A la espera de que se publicara un material mejor, utilicé durante seis años de docencia mi selección de poemas con mis alumnos de latín, generalmente en bachillerato. Esas pruebas “a pie de campo” me sirvieron para pulir el material, hacer cambios en las traducciones, descartar algunos poemas y entender qué gustaba, qué costaba de entender, etc. En general, los alumnos solían disfrutar de los poemas, especialmente aquellos que hablaban de experiencias con las que podían sentirse más identificados, como el amor o la sexualidad. Fue en verano de 2023 que me decidí finalmente por darle a la selección una forma definitiva de cien poemas, que me pareció un número simbólico, que permitía, además, encontrar el equilibrio entre no hacerse demasiado larga y permitir dar una visión de conjunto suficiente. El resultado final me pareció un libro asequible y bello, sin parecido en el mercado editorial español, que merecía, al menos, que intentara buscar alguien que pudiera estar interesado en publicarlo.
Me gusta pensar que es el destino que puso el libro en manos de la editorial Hiperión, que fue la primera en la que pensé. Hiperión es un referente en la divulgación de la poesía clásica (y de la poesía en general) y Soplos me pareció siempre un libro “muy Hiperión”. El entendimiento con los editores fue casi total desde el principio: su sensibilidad y buen gusto literario han contribuido sin duda, con sus correcciones y puntualizaciones, a dotar al libro de una forma final de la que, como autor, me siento satisfecho. Como me gusta decir y me repetía durante el proceso de creación, he intentado crear el libro que a mí me hubiera gustado leer cuando tenía 16 y 17 años, me fascinaba el mundo clásico y quería descubrir su poesía, para darme de lleno una y otra vez con un muro de erudición que me sobrepasaba, con decenas de ediciones de autores y géneros, repletas de saber, pero qué me dejaban paralizado, sin saber por dónde comenzar. Espero contribuir con esta humilde aportación mía a la divulgación de la poesía clásica en el lector general no especialista y, sobre todo, hacer pasar al lector un buen rato, lleno de emociones y descubrimientos.